
Por Marcela Marzolo
Directora Ejecutiva de Fundación Educacional Oportunidad
Fuente original: www.eldinamo.cl
«Hablamos de jardines infantiles que se emplazan en lugares con un alto índice de vulnerabilidad social, donde intervenciones significativas y con altos recursos fijos que garanticen la tranquilidad de equipos educativos y directivos para entregar una enseñanza de calidad son aún más necesarios»
Recientemente hemos visto ampliada la polémica del sistema de subvención por asistencia en la
educación, específicamente en los jardines infantiles denominados VTF (vía transferencia de
fondos), vale decir, aquellos que son financiados por el Estado y operados por organizaciones
privadas. Según cifras del Ministerio de Educación en el “Estado de las Artes de la Educación
Parvularia” de 2014, citadas por los investigadores de Educación2020 en una columna anterior, un
niño o niña de un jardín infantil VTF recibiría tan sólo un 42% de los recursos invertidos en la
educación inicial de sus pares de los establecimientos de JUNJI y Fundación Integra.
Los jardines infantiles VTF son, al contrario de los colegios particulares subvencionados,
administrados por fundaciones o corporaciones sin fines de lucro, que reciben dinero del
Estado para abrir y funcionar sin ganancia neta. Algunos ejemplos son el Hogar de Cristo o
Fundación Cristo Vive, y Corporaciones Municipales de Educación.
Estos establecimientos tienen a cargo un 65% de la matrícula de JUNJI y un 6% en el caso de Integra,
y aportan en esta etapa con diferentes perspectivas y proyectos educativos y, principalmente,
colaboran con aminorar la carga del Estado en esta materia, realizando una importante labor
cubriendo necesidades de las comunidades en las que se desempeñan y a las que, sin este tipo de
entidades muchas veces sería muy difícil llegar.
Lamentablemente, estos establecimientos tienen otro estatus: mientras los jardines infantiles
de administración directa reciben financiamiento fijo a través de la ley de presupuestos, a los
VTF se les otorga subvención por asistencia, es decir, si el niño/a asiste a clases recibe cierta cantidad de dinero; si el niño falta no lo recibe.
Como Fundación Educacional Oportunidad hemos dado numerosas veces nuestra opinión acerca de
las dificultades que surgen a partir del sistema de “voucher” o subvención por asistencia, pero en el
caso de la educación de niños de 0 a 4 y de 4 a 6 años, esta problemática puede tornarse aún mayor.
Primero, todos los jardines infantiles tienen gastos fijos: agua, luz, recursos humanos, materiales.
Además, los edificios necesitan inversión constante en mantención, y las educadoras y técnicos en
párvulos requieren de formación continua. Si la asistencia de los alumnos es baja, por ejemplo, en
los meses de más frío y lluvias que conllevan más enfermedades en los niños pequeños, el
dinero que llega al establecimiento es menor que el necesario para mantener los gastos fijos,
lo que crea estrés en los administrativos y directivos, cuya primera prioridad es “mantener el
barco a flote”.
Esto desemboca en el segundo motivo para replantearse el actual método de subvención: los
directivos y equipos educativos podrían preocuparse de la asistencia por las razones equivocadas. Lo
urgente muchas veces es enemigo de lo importante. Las subvenciones se entregan de acuerdo
con la asistencia promedio, lo que oculta el problema del ausentismo crónico, definido como la
ausencia de un 10% o más de los días lectivos al año, lo que, según la investigación de
Attendance Works en Estados Unidos, puede incidir en bajos resultados académicos y dificultades en
el desarrollo de habilidades socioemocionales.
Es así como una sala puede tener un 90% de asistencia promedio mensual, lo que parece bastante
bueno a simple vista, pero esto puede enmascarar la situación de ausentismo crónico de, por
ejemplo, dos, tres o más niños que sean los que siempre falten y constituyan ese 10% restante
de forma estable, mermando su oportunidad de sacar el máximo provecho a la educación que
recibe. Los directores ven desviada su mirada de esta situación importantísima y sus causas
estructurales (caso a caso) por lograr lo urgente: que haya suficiente asistencia promedio para cubrir
los gastos.
Esto nos lleva al tercer problema: con un alto ausentismo escolar crónico y con recursos variables e
impredecibles, los niños matriculados en el jardín infantil pierden en cuanto a calidad de su
educación en la edad en la que se sientan las bases de sus aprendizajes tanto cognitivos como
socioemocionales.
Hablamos de jardines infantiles que se emplazan en lugares con un alto índice de
vulnerabilidad social, donde intervenciones significativas y con altos recursos fijos que
garanticen la tranquilidad de equipos educativos y directivos para entregar una enseñanza de
calidad son aún más necesarios: para crear primero un lugar donde los padres quieran que sus
hijos asistan regularmente y luego para garantizar el camino hacia la equidad y el derecho a jugar en
una cancha pareja.
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